6 ETAPA: SARRIA-TRIASCATELO

Los tiempos avanzan, pero las luchas siguen, las luchas por la libertad, por la amada libertad,¡oh, pobre de ella viendo como sus hijos se matan tan solo por beber de sus senos!


Ayer tras mucho caminar, en Sarria, al finalizar la crónica anterior, estuve buscando para dormir. El caso es que preguntando me dijeron que en el campo en donde se organizan las ferias se podía,¡pero cuan cuan mi sorpresa al ver como estaba ocupado por borrachos y ralea juvenil escupiendo sobre las conchas que marcan el camino, bendita juventud! (de mierda) Y el caso es que viendo el panorama al final opté por ir primero a comprar a un super mercado en donde me aprovisioné bastante bien para aguantar cuatro días al menos. Apenas podía andar, me dolían las ampollas de los pies, las heridas en los talones, me moría de dolor la verdad. La gente me miraba, con mi rostro quemado por el Sol, mi andar, arrastrando mi equipaje, todo el mundo me respetaba, era como sentirme un templario regreso de tierra santa, solo, que dirigiéndome hacía la gran cruzada en Madrid y en el resto del país, sumando mis manos para tomar armas y combatir por la libertad como ser y seres humanos.


Tras haberme abastecido bastante bien me dispuse a dirigirme hacía un monasterio en donde me habían comentado unas señoras mayores, que por cierto, me quisieron dar dinero pero me negué a ello al verme así de extenuado por la caminata, y me encontré un viejo monasterio re-capitalizado por una empresa en el que no se podía ni acampar en su patio. Así que al final, preguntando, me dijeron que podía acampar en un bosque al lado de un cementerio. Obviamente me acojoné bastante, pues la idea me resultaba cuanto menos terrorifica, pero la verdad, mejor temer a los vivos que a los muertos, pues ellos solo ayudarán si el viajero se muestra respetuoso con ellos, y así como tal me mostré, aunque asustado ante la idea de pasar la noche allí.


El bosque era el típico de un cuento de Poe, con árboles que parecían más bien monstruos que amenazadores me miraban, como esperando a que me durmiera para matarme. No se imagina lector@ lo que pasé...Como respeto, según había leído por ahí, dejé esparcidas unas migajas de pan para que las bestias que pasasen en su transito hacía el Hados se sintieran saciadas y no fueran a comer de mis carnes. Cuando me metí en el saco, cogí la navaja y el palo, los puse a mi lado por si a mi tienda era de menester pasar a hacerme una visita algún impavido, o algún perrito de esos bestias que no pararon de ladrar durante toda la noche en las inmediaciones a mi tienda, cosa que francamente me asustó y hasta las doce de la noche no me dormí, y si a ello le sumamos las campanas del monasterio que andaba cercano a mi tienda...


Al final pasada la noche, volví a montar todo y partí hacia Triascatelo. Era un paisaje aterrador, todo cubierto por neblina, y pasa salir del pueblo estuve rodeando de un lado para otro, pues había perdido el camino. Después, comencé a caminar, pasando por pueblos perdidos en el valle, y la montaña de Cebreiro que dos días después pasaría, se mostraba amenazante y distante. 


Había momentos en los que pasar con el carrito era casi imposible debido a los caminos empedrados que hacían que cada dos por tres las ruedas de plástico de este se me salieran, y tuviera que volver a colocarlas. Luego, el tirar cada dos por tres en las subidas, se me antojaba imposible, y encima era ya casi mediodía, por lo que se me hacía harto calvario este...


-Camino...camino porque tengo esperanzas. Porque me veo solo, loco e incomprendido en una sociedad que se mata por puñados de arena por poseer algo más de felicidad; porque los seres mueren y ya nadie lamenta su pérdida salvo que con ellos se perdiera lo que en el lenguaje humano es nombrado como dinero; camino porque ya no me siento joven, ya no quiero serlo, vivo con una juventud aborregada, sodomizada con el fútbol y las ideologías, y ya no quiero pertenecer más esta, pues camino para eso, para ser un hombre, para curtirme en el camino. Pero en el fondo siento esperanzas en cada uno y cada una de vosotras (y el loco apoyado en su bastón señalando en dirección a Santiago apuntó) y veo que jóvenes, mayores, todos os apegáis a vuestro ego, y por ello, camináis. Bien, camináis, y os pregunto,¿hacía dónde camináis corazones angustiados, que con rumbo os perdeís por el sin-rumbo de la vida? (todos se miraron los unos a los otros, como buscando una respuesta para la no-pregunta, y alguien quiso responder y viendo la insistencia del loco y que lo que buscaba no era de responder, calló) Porque para caminar hasta Santiago primero debéis caminar hacía vosotros mismos, abrir esa caja de oro sobre la que toda vuestra vida lleváis sentados, pidiendo que os den, y descubrir la vida que en vosotros se alberga, esa fuerza que lo cubre todo, pero que por vuestro ego, no la dejáis salir. Así pues, si no camináis primero hacía vosotros mismos, no llegareis nunca a Santiago. Solo vereís unas piedras y a eso lo llamareis catedral, y nada habrá merecido la pena, y todo habrá sido en vano...-


Todos y todas se miraron estupefactos ante aquel individuo que les había hablado y que decía que tomaría Madrid sí o sí, pagando si era necesario con su vida. Y sin más, sin saber que decir, sin salir de su asombro, partieron, y al fondo, se escucharon sus risas, sus comentarios. No sabían a que se había referido aquel extraño sujeto que volvía de haber besado la puerta de hierro de la catedral de Santiago. Sin lugar a dudas, nunca llegarían a su destino, serían presa fácil de los cancerberos que por el bosque esperaban a arrebatar el alma a los impávidos, que sin respeto y sin sentido, caminaban por entre sus tierras.


Al final, pasando por un valle llegué a Triascatelo, un pueblo precioso, pequeño, en donde tranquilamente pasaré la noche, sin ruidos, y que dormiré en un albergué. Ahora siento a mis pies pisar con fuerza, y me siento feliz, apenas me duelen las piernas. Luego, mentalmente, me estoy olvidando de tantas letras aprendidas en la ciudad, en su esclavitud. Ya no sé que son las ideologías, que es el odio, que son los temas banales que la destruyen. Apenas puedo murmullar cosas y escribirlas, y siento que me estoy vaciando y a la  inversa llenando de sentimientos de nobleza, amor, pasión, fuerza, heroísmo, valor, de muchos la verdad. Y ahora me dispongo a cerrar esta crónica y afrontar mañana la subida a Cebreiro, pues mucho me temo, lo pasaré francamente mal, no será fácil, será complicado, y para ello he de descansar. Solo espero, que todo esto, sirva para algo a los demás, aunque para mí, ya me ha servido de mucho, y más lo que me queda por servirme.


¡SALUD Y VICTORIA!